miércoles, 6 de junio de 2012

Y Ray Bradbury se fue...

Me encontré con Ray Bradbury como tenía que ser: a través de un cuento. Estaba en la escuela primaria, sexto grado, y la maestra de literatura nos leyó completa una de las historias más conmovedoras de "Crónicas marcianas". El cuento se llamaba "Vendrán lluvias suaves" y hablaba de una casa robótica que agonizaba luego de una explosión nuclear. Ya no quedaba vida humana y todo se iba reduciendo a la nada.
No está de más decir que en esos años no era descartable una guerra con bombas atómicas y que de la tierra no quedara nada. Todavía me impactaba la segunda película de "El planeta de los simios" que terminaba con una explosión que barría con toda la vida en la Tierra. Y el cuento de Bradbury tenía la seca belleza de quien supo encontrar las imágenes para narrar como si fuera real nuestro destino más temido. Pasaba en una colonia en Marte pero daba igual porque de cualquier manera era un espejo del fin de la humanidad.
Y ese cuento que mi maestra leía era, de alguna manera, mi futuro y el de todos mis compañeros. No había esperanza. Y de repente escuchamos:
"Un perro aulló, estremeciéndose en el porche.
La puerta principal reconoció la voz del perro y se abrió. El perro, en otro tiempo grande y gordo, ahora flaco y cubierto de llagas, entró y recorrió la casa dejando huellas de lodo."
Había una esperanza. El perro estaba de pie y si él estaba de pie, otros podían estarlo igual que él:
"El perro corrió escaleras arriba y ladró histéricamente ante todas las puertas, hasta que al fin comprendió, como ya comprendía la casa, que allí no había más que silencio (...) El perro tendido en la puerta, respiraba anhelante con los ojos encendidos y el hocico espumoso. De pronto giró locamente sobre sí mismo, mordiéndose la cola, y cayó, muerto".
Las palabras eran sencillas e hipnóticas. Bradbury en un cuento nos hizo ser testigos de una pequeña ventana de lo que podría ser el fin, nos dio un atisbo de esperanza y nos la quitó de golpe. No creo que hubiera crueldad en esa elección. Creo que él tenía tremendamente claro que la crueldad era anterior a esa escena y muy anterior al cuento.
Gracias a mi padre pude leer más tarde los cuentos de "Remedio para melancólicos", donde estaba la impactante historia de un caballero que luchaba contra un dragón que era, en realidad, un tren.
Los mecanismos de lo fantástico y lo predictivo estaban mágicamente en sus manos.
A los 16 leí "Fahrenheit 451". Esa sociedad futura en la que se quemaba los libros, tenía mucho que ver con la que yo vivía y que había quemado, selectivamente, otros libros. Pero yo no tenía una imagen tan clara del mundo que me rodeaba y la política me resultaba extraña, aún. Lo que yo entendía era que un policía y una chica se decidían a resistir ese estado de cosas y querían buscar otra vida, más permisiva, más amable.
En el cine de ciencia ficción de los 70 había sintonías con ese mundo de Fahrenheit donde una pareja quería escapar a las restricciones de una sociedad hipermoderna. Eso había sido también "1984" y "Un mundo feliz". Y aunque Bradbury narraba esas historias había una cierta ingenuidad en él. Un ingenuidad que comulgaba con la ilusión, que no naufragaba en el pesimismo de otros autores. Bradbury era vital.
Stephen King en su libro "Danse Macabre" le dedica unos párrafos a Bradbury y a ese niño interior que, según él, nunca perdió y que si uno quería encontrarlo, lo vería directamente en sus ojos, aún debajo de las arrugas. Stephen King decía que esos ojos y esa mirada de Bradbury no habían envejecido ni un poco.
Creo que fue en 1996 o 97 que fue a Buenos Aires, a la Feria del Libro. Me tragué una cola larguísima para que me firmara un libro. No llegué. Ni yo ni muchos. Así y todo lo vi cuando se iba, porque me pasó por al lado. Alto, muy gordo, con el pelo blanquísimo. Tenía una sonrisa perenne que le vi en tantísimas fotos. Jamás vi una foto de Bradbury que no tuviera un esbozo de sonrisa. Hagan la prueba y van a ver que es así.
Bradbury me transmitía con solo nombrarlo o pensar en sus historias, una seguridad de que más allá de lo oscuro que se presente el futuro, siempre hay una posibilidad para el hombre. Creo que él creía en eso. O me lo hizo creer.
Por eso durante años pensé que se hacía más viejo y hasta me imaginé que podía ser un poco inmortal. Que podía llegar a vivir más de cien años, que a él, de alguna manera, se le había concedido la gracia de seguir entero y presente aún cuando el mundo se pudiera evaporar. Hoy veo que quise ser demasiado optimista.
Yo a los once años cuando escuché un cuento de él, decidí que quería ser escritor. Gracias a él, todavía lo sigo intentando.

BONUS TRACK:

El cuento "Vendrán lluvias suaves" leído en inglés por Burgess Meredith ( El Pingüino en la serie Batman de los 60, y también el entrenador de Rocky. Grandísimo actor)

El mismo cuento leído por Leonard Nimoy (Mr Spock en "Star Trek")

Para seguirlo en la lectura, el texto en inglés en PDF

Parte del comic de EC que muestra la escena del perro:


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