viernes, 14 de diciembre de 2012

La timidez

American horror story: Asylum, trae muchos cambios con respecto a la primera temporada. Algo sí mantiene: la de recolectar una serie de tópicos del terror estadounidense y buscarle una forma de integración dentro de la trama. En la primera temporada esta recolección era mucho más inconsistente tanto por guión como por sus protagonistas. La familia que estaba dentro de esa casa infestada de fantasmas era lo suficientemente sosa como para no concitar empatía alguna. Frente a ellos, los villanos eran indudables ganadores, pero no ya sólo por ser personajes más atractivos sino por la evidente descompensación que se producía entre buenos y malos en la pantalla.
En esta segunda temporada el riesgo ha sido mucho mayor. Los actores que hacían de "monstruos" en la temporada anterior se reciclan en otros personajes y sus relaciones cambian y se vuelven mucho más complejas: el resultado es sin duda superior y el ámbito en el que transcurre la historia -un manicomio-, consigue un efecto mucho más contundente.
Los protagonistas llevan las tramas principales dentro de Asylum, pero también se ha dado la oportunidad para que aparezcan tramas más cortas que pueden deparar sorpresas. En los episodios 4 y 5  aparece un personaje que sin dudas despierta una curiosidad enorme dentro del marco de una serie. Una de las nuevas internas dice ser Anna Frank.
El personaje cae en manos de la actriz alemana Franka Potente quien ya tiene presencia suficiente como para darle volumen y estatura a una trama como esta. De todas las ideas que se pudieron barajar para incluir en esta serie (y quizás en cualquier serie), es una de las más desafiantes y, sin embargo, se ha vuelto tímida.
La aparición de Anna Frank a comienzo de los 60 dentro de un manicomio es la inversión casi ideal del mito de Anastasia. En vez de una persona que reclama ser una princesa de la familia Romanov, tenemos a una mujer que clama ser la sombra adulta (y demente) de una adolescente que todo el mundo tiene por heroína y que ha muerto en un campo de concentración. Esa idea es digna de una serie para ella sola, por todo lo que permite, implica y da.
Que la Anna Frank de los años 60 se proponga como una solitaria y anónima cazadora de nazis, mejora sensiblemente el argumento. Que no se pueda resolver si lo que ella dice y piensa de sí misma, es verdad o no es algo que inquieta aún más.
Esta historia podría ser una película, pero en 2012 su lugar más adecuado es una serie o en su defecto una TV movie. En el cine este argumento podría impactar menos, pero si HBO se hubiera decidido a rodar una miniserie tal y como lo hizo con Mildred Pierce, sin duda estaríamos hablando de un gran producto.
Una de las sombras que nos acechan a los que escribimos ficción es la de desperdiciar un argumento. La timidez, es la forma más clara de hacer que una historia se incinere. Brad Falchuk, productor ejecutivo de American horror story, firmó también el guión de la segunda parte de este ciclo de dos episodios titulados I am Anne Frank, pero es altamente probable que haya metido mucho dedo en la primera. Ahora el argumento está marcado territorialmente. Le pertenece. Su idea, su escritura. Pero le ha dado tan poco tirón que en lo único que hace pensar es que la historia y el personaje se merecían mucho más de lo que se les ha dado.
Lo interesante es el poder que tiene hoy el universo "serie" para narrar argumentos de forma más atrevida. Las historias que hay para contar no deberían de ser meras posibilidades, tendrían que ser evidentes realidades y lograr conmover. El poder de la ficción está muy apagado en el cine y es dentro de las series donde se pueden permitir libertades y riesgos. Hace casi 20 años, X Files arriesgó muchísimo en el terreno argumental. Algunos de sus episodios son dignos de ser incluidos en una antología de la narrativa audiovisual. Tuvieron drama, humor, humor negro, paso de comedia, paso de musical, y a veces todo combinado. Eso se consiguió con una mirada muy profunda y muy comprometida sobre el mundo ficcional. Es imaginable, también, que la aparición de una anciana que dijera ser Anna Frank podría haber sido un capítulo doble de X Files, como se ha hecho en American horror story: Asylum, pero el enfoque habría sido muy distinto. Porque no habría habido esta timidez, notoria, y este ocultamiento de la historia más atractiva dentro de la gran trama. Hubiera sido un caso investigado por Mulder y Scully, pero no habrían esquivado sus implicancias y consecuencias.
El desafío de la ficción en tiempo presente está en no dejar pasar las oportunidades. Para aquellos que tienen el poder y los medios suficientes para instalar las historias en el imaginario de la audiencia (y sobre todo de una audiencia global), la responsabilidad está en no convertir sus argumentos en sombras anoréxicas de lo que pudieron haber sido. Y la timidez, sin duda, en casos como estos, es algo que puede ser tranquilamente evitado.

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