miércoles, 2 de noviembre de 2011

Pina en 3D (y nos falta la que baila)

Imagino a Pina Bausch con muy pocos años en el interior de un cine viendo una película de Chaplin, descifrando y, a su vez, ella también imaginando. No creo que estuviera proyectando su futuro, pero quizás algo del futuro se proyectara dentro de ella.
Si uno va a ver danza en el teatro o en cualquier otro espacio inmediato, la distancia trabaja también como un elemento. En el cine manda la cercanía y el detalle, y en una película en 3D, un poco más. El 3D no se diseñó pensando en los adultos. Wim Wenders filmó este documental sobre Pina Bausch pensando en todo el mundo (geográficamente hablando, también), pero ante todo en los adultos. Hizo del artificio algo a favor y eso es un mérito de él, más que de James Cameron.
Conozco tanto de danza como de ópera. Poco y salteado. Hay gente que se dedica con mucha más aplicación y sistema a disfrutar de ciertas disciplinas menos difundidas. Eso no me impide poder sentarme a ver espectáculos "menos frecuentes" y dejarme entrar en ellos como si fuera cosa de todos los días. Anunciando esto, todas las faltas de tacto o la sencilla ignorancia en las que pueda caer se deben a que he elegido observar más otras cosas y estas se me resintieron un poco. Nada más.
Empiezo por el final. Después de ver la película me sentí físicamente comprometido. La sensación no fue sólo la de ser espectador de un documental, sino que mi cuerpo también formó parte de cada escena, de los distintos movimientos.


Como me dijo una amiga, en la danza de Pina Bausch no está en un primer plano una cierta disciplina acrobática más propia de la danza clásica e inclusive de gran parte de la danza moderna que es un poco como la clásica reciclada. El trabajo físico de los bailarines es profundo y exigido al máximo, pero la forma de encarar la obra une una parte emotiva, expresiva, muy fuerte y otra plástica en el sentido pictórico de la palabra. Cuadros. Pensé mucho en pintores de líneas fuertes, como Kandinsky o Malevich. Casi por obviedad, no hay línea de desplazamiento en las coreografías de Pina que no sean excesivamente dinámicas. Trabajos sobre la velocidad, la gravedad, el equilibrio.
La forma en que compone es coreográfica, pero es ante todo plástica. A veces son las imágenes en sí, otras son las formas en que se arman esas imágenes. El trabajo de grupo, de cámara o individual son, además de un efecto, una fuerza determinada. El movimiento de diez personas como si orgánicamente fueran una, la relación de una con un grupo y las maravillas íntimas del uno a uno. Podría estar todo el rato enumerando formulaciones y todas no abarcarían la experiencia que implica ver y sentirse parte de esa danza.


Las artes del cuerpo son en esencia efímeras, porque no se puede codificar la experiencia o las marcas más que por la memoria y el contacto humano. Puede la cámara captarlo pero en algún momento se irá alienando. Es un arte inasible y sus parámetros son tan ajenos del ordenado mundo racional y textual que solemos habitar, que parece ser algo de otro planeta. Esta sensación es porque en nuestro planeta lo importante es la información y la capacidad de clasificarla y archivarla que tengamos. La experiencia dura lo que dura el que inspira y en este caso es Pina. La gran ausente y omnipresente de la película. Esta organicidad que ella favoreció en su trabajo es esencia en su compañía. Está presente en sus bailarines. La pregunta es cuánto tiempo ese impulso humano puede mantenerse. Y como tantas cosas podría trocarse en algo nuevo o simplemente apagarse. De eso se trata el drama de una danza tan personal y quizás de toda la danza, pero donde la marca de origen es tan clara, siempre hay peligro de desaparición. Puede salpicar y reproducirse, pero nadie sabe cuánto tiempo puede durar en el aire.


Entiendo que una de las luchas mas dramáticas del cine es su lucha contra el paso de la luz, que es en definitiva una lucha contra el tiempo. Si hay un episodio que se pudiera narrar, una luz comienza a ganar brillo, intensidad, apogeo y luego entrará en una decadencia hasta que se apague. La vida y la memoria se rigen por ciclos y parámetros parecidos.
Un trabajo sobre la danza es también una operación sobre lo que va a extinguirse. Creo que el primer trabajo consciente de Wim Wenders consistió en capturar un estado que todavía es de gracia y que aun registra maternidad con la mano que lo creó.
Hay un momento en que las imágenes dejan de transmitir experiencia y emociones para empezar sólo a transmitir mas información que se pueda codificar y archivar. La cercanía es un elemento importante en todo lo vital. No es que no se pueda apreciar la belleza de Billie Holiday cantando, pero los medios de captura de esa voz y cierta coloración del sonido que cambia con las décadas, nos coloca en un lugar más distante de esa emoción primaria y autentica que estaba en quien la veía.
No sabemos nada de Isadora Duncan, o Nijinsky, o Diaghilev. Hemos leído sobre ellos, tenemos estudios, reseñas, con suerte algún metraje superviviente. Pero Pina Bausch es nuestra contemporánea aún, aunque ya no esté y ahí está el cine para documentarla de una manera especial, indagando hasta que punto la cercanía y la inmediatez pueden ser atrapadas y ser convertidas a su vez en experiencia.
Viendo hace un tiempo una película de Léos Carax, Mauvais sang, de 1986, había una escena que me emocionó y es el personaje principal corriendo solo dos o tres calles en la noche, haciendo piruetas con un dominio del cuerpo maravilloso a sus veinticinco años.


En esa película estaba una Juliette Binoche de 21 y pensé en el sentido único de la oportunidad que te lleva o te permite filmar un cuerpo en un estado de gracia. Esa oportunidad no se va a repetir. Ese hombre con cincuenta no transporta la misma luz interior que antes. Y no digo que la actual sea peor. Sólo digo que la luz consigue tonos e intensidades únicas que como la luz de un día, desfilan durante un cierto tiempo y después nos abandonan. El cine se debate entre poder capturarlos o no.
Los cuerpos de los bailarines de Pina hablan de esta realidad que es al mismo tiempo una maravilla. Ese cambio de la luz interior de los actores que es de intensidad, de expresión y de vida, les convierte en tonos de una paleta. No se juega igual con ellos a los veinte que a los cincuenta y no sólo por lo que el cuerpo pueda limitarse, sino porque la luz es y va a ser distinta. Aún así todavía podemos ser testigos de un tiempo intenso, de imágenes y gestos concentrados. Podemos ser testigos de como alguien ausente se proyecta sobre los que están vivos y como gran parte de esa luz perdura. Hoy transmiten un presente vibrante y es probable que el impulso Pina se vaya yendo hacia otras inspiraciones, hacia otras formalidades. La memoria irá operando sobre ellos otro trabajo menos vivencial y mas arqueológico.
Pienso en Gene Kelly y Bailando bajo la lluvia. Perdura, contagia, pero su carácter de momento único está por delante de todo. Fred Astaire, Chaplin, con los cuerpos vivos en sus estados de suma energía, en transformación constante. Ellos quedan como testimonio (y eso es por supuesto gracias al cine).

Un momento chaplinesco asoma en la película y yo creo que es más que un homenaje. Es una declaración de amor a lo cinético. Es la recuperación de la memoria sobre la tela de la carne. Son la emoción y el tiempo que nos acompañan y casi sin darnos cuenta nos van dejando atrás. El llamado de Pina Bausch para que la gente no deje de bailar porque si no estamos perdidos es el llamado a que el movimiento continúe. Esa conciencia absoluta de que el movimiento de uno es limitado si no se contagia, si no se reproduce, si no se multiplica. Y si esto no pasa, tendría mucha razón ella y de verdad estaríamos perdidos.

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