domingo, 19 de agosto de 2007

Veronica Mars y Stanislaw Lem: El efecto bisagra (y 4)

Me he saltado mucho tiempo y efecto de demostraciones. Me basta saber que hubo un pasado de inocencia de las series y que la forma de narrarlas más allá de su género era una hasta que fue otra. El punto de cambio entre unas y otras sobrevino con los Expedientes X y aquí pido perdón sí por haberme saltado un fenómeno que sí tuvo más relación con algo del presente: la miniserie (y ya volveré con X Files).
Raíces, Hombre rico, hombre pobre, y otras series como Dallas y Dinastía abordaron el problema de la continuidad. Las miniseries acotaban su existencia a unos pocos capítulos y ya todo estaba dicho y hecho. Había un recorrido, capítulos más que episodios y un punto de cierre. Dallas y Dinastía en su lugar empezaron a beber de cierta combinación de la soap opera con los elementos comunes de las series sobre todo en cuanto a forma de producción y de forma de narración. Digamos que más concentrado ya que la soap fuera diaria o semanal tendía a cierta expansión narrativa, en Dallas utilizaron los elementos soap relacionados con los arcos dramáticos y la evolución de los personajes y de sus relaciones entre sí. Todo hay que decirlo estos elementos también estuvieron en Peyton Place (1964-65) que contó entre sus filas con Mia Farrow y Ryan O'Neal.
No quiero decir con esto que la continuidad y el arco dramático sea un elemento soap absoluto, pero la soap opera los potenció a su máxima expresión y las series semanales lo utilizaron de manera desigual hasta que entró a formar parte de todas ellas.
Los X Files comenzaron su tour mágico y misterioso en 1993 como una serie que proponía capítulos únicos. Su inspiración más inmediata fue la serie Kolchak: The night stalker. En donde un periodista cutre de un periódico cutre de Chicago se enfrentaba con lo sobrenatural. Episodios únicos y todos terminaban en que nunca nadie le creía aunque hubieran visto y vivido lo mismo que él. Chris Carter, creador de los X Files, siempre se remitió a esta referencia y así invitó a Darren McGavin (protagonista de Kolchak) a participar de algunos de sus capítulos.
Hasta ahí todo normal. Pero un día apareció la hermana de Mulder abducida por los alienígenas en 1973 ó 74 y un mundo nuevo se abrió. La búsqueda de Mulder abrió una veta paralela dentro de la serie. Cada tantos capítulos venían dos sobre este tema y al final de cada temporada se relacionaban con otros dos de la siguiente y así. No creo que llegaran a ser dos series, pero había un punto de dos series por distancia temática. Y en algún punto llegó a haber más. Había capítulos fantásticos serios y otros de corte humorístico, los hubo también de autorreferencialidad absoluta y de diálogo con el mundo ficcional externo a la serie. En ese sentido X files fue una serie, un laboratorio y una enciclopedia. Lo que no llegó a hacer la serie consigo misma es concebirse como una unidad absoluta. Esto significaría que todo pasara por un mismo capítulo. Había una necesidad de separar claramente las aguas para que cada cosa tuviera su lugar y su momento. Mezclarlo pudo haber sido terrible y permitió tener una serie que iba más allá de los propios límites que se había trazado y así durante nueve temporadas. Ese sitio y el éxito de los X Files absorbió, creo, toda la atención posible para una fórmula que sin ser experimental se otorgaba el permiso de experimentar. Y esto estaba respaldado por la Fox que también era responsable al mismo tiempo del fenómeno de Los Simpson.
Recién hacia 1999 y el 2000 HBO contraataca con dos series: Los Soprano y A dos metros bajo tierra. Retoma el arco dramático, algo de la unidad temática por capítulo, mucha referencialidad con el exterior (la cultura en general) y filosofía, experimentación, laboratorio. Algo de todo lo que estaba ya probado por X Files. También por esos años y televisión abierta apareció CSI Las Vegas, pero aún en ella todo lo que fuera evolución interna de personajes y arcos de la serie se encontraba más contenido.
Las series, definitivamente, antes del fin de los X Files ya empiezan a transitar el territorio de la continuidad y de la unidad dramática de la temporada. Esto define muchísimo el presente de las series y sus nuevos límites. Lo que imponen por un lado y lo que desafían para ir más lejos que la serie éxito precedente. Una serie como Alias surge en medio de este cambio, más cerca de La femme Nikita al principio para entrar de lleno en el mundo de las series familiares de hoy, que en vez de ser de mafiosos o de funebreros, lo es de espías. Alias también le permitió a su creador J.J. Abrams coger impulso para entrar de lleno con su éxito Perdidos.
De las pruebas de fuego con Los Soprano y A dos metros bajo tierra aparece el impulso, ascenso y caída de Mujeres desesperadas. Y detrás del poderoso éxito de Perdidos, el nacimiento de Héroes.
Hoy las series están en un punto en que, a diferencia de los 60 y 70, son conscientes de que son vistas, de qué se espera de ellas, de cómo juegan sus tiempos y sus tramas. 24 en alguna medida podría ser un paradigma del grado de máxima exigencia de evolución de una serie en cuanto a continuidad y de cómo ha trabajado su manera de encadenar un capítulo con otro. Cómo se puede hacer para quedarse sin aliento y necesitar ver el siguiente y el siguiente y así.
El mundo de las series empieza a elevarse al territorio de arte por el propio empleo de sus medios en el presente y por cómo ilumina el pasado de las otras series. Está claro que no todo es igual, ni vale lo mismo. Todavía falta que el tiempo ordene lo que se viene produciendo pero hoy por hoy es posible empezar a ver lo que tiene algún valor, lo que se propone de nuevo aunque el tirón siempre esté guiado por los fenómenos más prácticos y urgentes del mercado. Es un tiempo creativo, de desafíos creativos que algunos sortean con impulsos auténticos y otros con meros impulsos reproductivos dignos de copistas, con alientos cortos y poco tramo para recorrer. Cuando hablo de poco tramo no me refiero al tiempo efectivo que logre una propuesta estar en pantalla. Que algunas duren mucho y otras poco no hace a su aportación creativa ni a su valor. Pero sí es cierto que en este momento los vientos favorecen a los que se arriesgan un poco más aunque luego fallen. De esta nueva Edad de Oro surgirán otras conexiones y otras multiplicaciones. Si me refiero a que estamos en una época de arte de la serie es porque sus procedimientos se han elevado de la mera producción de entretenimiento para dar algo más. Ese algo más pertenece y pertenecerá siempre al mundo de la ficción y no necesariamente a ideas extraficcionales como la política, la sociedad y la cultura en general. Vivimos tiempos de cambios al calor de las innovaciones tecnológicas, el abaratamiento de los medios de producción audiovisual y la reformulación del público que de alguna forma es más culto porque tiene la historia del cine y de las series al alcance de la mano como nunca antes. Eso pertenecía al privilegio de los especialistas y los archiveros y los realizadores más prestigiosos. Hoy está al alcance del que lo quiera y pueda pagarlo por un canon accesible o porque se lo quiera bajar por la red. Eso conforma un público y un mercado dinámico. Los ojos cambian, las formas de leer cambian y los que crean deben cambiar y lo están haciendo. Mirar las series es ver el impacto de este nuevo público sobre la ficción, y como dije antes no pretendo hacer un resumen apresurado de todo lo que implican estas transformaciones, pero me gusta que sirva como una declaración de principios y hasta como una hipótesis de trabajo para cuando haya que profundizar. Luego cada episodio de esta historia deberá de tener una atención especial (Claro que continuará, pero de alguna otra forma)

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