martes, 21 de agosto de 2007

Sin Hybris no hay ficción

Arrancamos desde aquí y vamos más allá. Sin Hybris no hay historia, pero sin Hybris en la creación y en la escritura y en todo lo que se relaciona con lo ficcional no hay apelación posible. Esto es más que un concepto. Es una realidad práctica que se refrenda y se reinventa todo el tiempo.
La Hybris era el orgullo desmedido de los hombres y los héroes que les hacía traspasar el territorio de los dioses. La arrogancia. El ir más allá de lo establecido. Violación de unas reglas que generan consecuencias posteriores. Aquiles arrastrando el cadáver de Héctor. Esa acción, ese exceso, gobierna la ficción. Esta acción y otras tantas que habitan ese mundo. Sin ellas todo sería realidad. La realidad y sus leyes, y las leyes de la realidad abogan por la inhibición de ciertos actos que podrían alterar el orden de las cosas. En una gran medida implica una desnaturalización. Lo esperable se derrumba en favor de lo inesperado. Lo quieto se entrega a las leyes del movimiento. Y si bien no es la hybris el disparador de la historia, sí es el acto nodal que ilumina y define la dirección de la historia hacia adelante y cómo podríamos mirarla hacia atrás, hasta cierto punto, ya que en la ficción la noción de pasado es prácticamente inexistente.
La hybris redefine presente y futuro, pero tiene un poder decisivo sobre el presente.
Esta arrogancia envuelve el acto del héroe y sus consecuencias. Cambiemos héroe por personaje. Hasta el más pequeño personaje dentro de una trama pide su cuota de hybris para que la acción total se dispare hacia adelante, no sólo en un sentido de dirección sino también en un valor. Lo que importa y transmite sensiblemente esa acción. El arte en este caso es cómo administrar este juego de hybris entramadas. Porque al fin y al cabo eso es el arte. Proporciones, medidas, tiempos y una cierta noción de armonía.
La decisión atrevida de un personaje, incorrecta desde casi todo punto de vista, moviliza las cuerdas de la ficción. En algún punto es la antítesis energética del Deus ex machina. Quiebra el orden cuando el Deus ex machina tiene que recurrir al artificio y la invención forzada para recuperar el control de la fuerza que se ha desatado por la irrupción del impulso hybriático, y aquí me permito el neologismo.
Hybris es ley, sangre y aliento del mundo ficcional. Desde la historia y la trama misma hasta la forma de componer del autor, el manejo de sus materiales y su relación con otros autores y otros materiales y, por supuesto, también con el mundo ajeno a lo ficcional.
Hybris es no haber pedido permiso para actuar y actuar sin tamizar intenciones, consecuencias o posibles resultados.
Hybris es ofender, siempre, a alguien.
Roberto Arlt decía en el prólogo de Los lanzallamas, hablando de su escritura: "El futuro es nuestro por prepotencia de trabajo. Crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierran la violencia de un 'cross' a la mandíbula. Sí, un libro tras otro, 'y que los eunucos bufen'".
Esta declaración de fuerza y de soledad implica el acto de desafío en el que se apuesta todo y se puede perder todo. Fuerza y soledad. Fuerza como energía y soledad como estado final al que arribamos todos con nuestras decisiones y acciones sean cuales sean. Cuando ya no hay forma de encubrirlas o solaparlas con las de otros. Nuestras y nada más.
Hace casi unos veinte años, hablando con unos presos dentro de la cárcel, preguntamos con la brutal ingenuidad de estudiantes de periodismo que teníamos cómo hacer para robar un supermercado. Uno de ellos nos dijo: "Es muy fácil. Agarrás una pistola, apuntás al cajero y de ahí en adelante te aguantás la que te venga". La que te venga es que te puedan perseguir, que te puedan matar, que te puedan meter preso, que en la cárcel te pasen todas las cosas que uno imagina que te pueden pasar y más, que tus compañeros te traicionen por dinero y así.
Desde el momento en que se empuñan ciertas acciones como pistolas toca aguantar lo que sigue. Desafiar al mundo establecido dentro y fuera de la ficción involucra esta noción de hybris. La diferencia es que en la ficción se juega con otras leyes y eso no indica que tarde o temprano el cuerpo real del que escribe no entre en peligro. Que se lo pregunten a muchos autores con la conciencia absoluta que no pueden contestar. Pero el peligro político es uno de los tantos a los que se puede enfrentar un autor. Hay otros, más sutiles, y la ficción como un vampiro bebe de ellos. Pero también devuelve.
Como al principio. Sin hybris no hay ficción. Es así. Y si los eunucos no están de acuerdo, que bufen.

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